when she was just a girl...

She dreamed of para-para-paradise, every time she closed her eyes.

6 nov 2012

El tiempo pasa, las abejas hacen miel y yo vlogs.

¡Hola, hola! Pues sí, resulta que vuelvo a las andadas después de un fantástico y espiritual -wat- verano, y un principio de curso algo extraño (porque mola y porque espero bastante de él, sinceramente). Después de este largo break que he tenido, he dado click sin querer al icon que tengo en la barra de marcadores de google, el icon en el que sale mi fotito, el icon que lleva a mi blog. Al que como veréis, he cambiado el diseño, sí. Los cambios siempre vienen bien. Bueh, pues a lo que iba, que quiero volver, además de para mantener informado a quien lea esto, para poder desahogarme.

Aprovecho para dejar claro que pienso terminar "Nuevo", porque dejé la parte II ahí, y la parte III -y final- está escrita, pero en otro pc. Dicho esto, debo dar una noticia: las abejas hacen miel. Sí, como leéis. Y dicho eso doy otra notícia.


Ahí lo dejo. Y también dejo el link. Podéis hacer click, poner el pulgar pa'rriba, estrellita, y pasárselo a vuestros amigos. Muuuchas gracias, seguimos en contacto, pishines

26 jun 2012

Nuevo, II

Su hermano no está en casa cuando llega, y cuando lo llama, con la voz quebrada, y no recibe respuesta, se siente pequeña de nuevo. ¿Dónde está la ayuda? ¿A quién le contará lo ocurrido? Deja las llaves en la entrada, en ese plato hortera que su hermano guarda porque se lo regaló su abuela cuando eran pequeños, y  camina hasta la cocina, donde prepara la cena, cena que consiste en una ensalada muy simple, que ella ni siquiera prueba. 

Deja un plato encima de la mesa por si cuando vuelva él tiene hambre, y comienza a quitarse la ropa lentamente, mientras camina hacia el dormitorio de su hermano. Deja la ropa en un cesto enorme que hay junto a la puerta y coge ropa interior limpia de su mochila, caminando luego hacia el baño. Le pica la piel, siente la garganta seca y le cuesta mantener los ojos abiertos. No entiende lo que pasa, pero sabe que le sentará bien un baño. Deja que el agua llena la bañera y se mete dentro, agua caliente acariciando su piel mientras el agua sube. Se encoge, abrazando sus rodillas, y tras unos minutos, cuando el agua ya llega hasta su cintura, comienza a rascarse el brazo, las piernas, y más tarde el cuello. Rasca, araña, siente menos picor por momentos. Abre los ojos que había cerrado mientras se aliviaba y ve en el agua las manchas rojas de la sangre de las ronchas. Se ha pasado, pero al menos se siente mucho mejor ahora. Lava con cuidado las heridas, siseando cuando con el jabón escuecen, y cuando termina, se deja caer poco a poco hasta que su cabeza se ha sumergido del todo.

Why do you come here, when you know it makes things hard for me?

No es necesario que aguante la respiración, porque la imagen que asalta su mente después se la corta de golpe y porrazo. De nuevo los tatuajes, los ojos grises observando, la sonrisa levantando las líneas de la cara, líneas negras, largas y perfectas, tatuajes que sobrevolaban las facciones. No había visto nunca nada así, y el hecho de haberlo visto y haber sentido todo lo que había sentido, hacía que su mente quisiese explotar. Abre los ojos bajo el agua, y ve algo sobre ella, un rostro, distorsionado por el agua y por las ondas en esta. Quiere inhalar de la sorpresa, pero lo único que consigue es tragar agua por la nariz y por la boca, consiguiendo probar el sabor del agua enjabonada y la sangre. Sale del agua, sentándose de golpe, y su hermano le pone una mano en el hombro. No hablan casi nada, solo la ayuda a levantarse y la llama idiota y suicida varias veces. Se mete en la cama con una camiseta vieja de él, y no espera a que venga a dormir con ella, no es uno de esos días en los que conversarían hasta tarde. Además, mañana tiene instituto.

Se levanta antes de lo previsto, sintiendo la respiración de su hermano muy cerca, lenta y pausada, dormida, como él. Suspira y siente picor de nuevo, así que se dirige al baño. Cuando se lava la cara, sin secarla del todo, se mira en el espejo, y por un momento, le parece que son grises los ojos que la observan. Se lava la cara de nuevo.

And why send me silly notes?

Llega al instituto con la mochila al hombro y totalmente ida. No está atenta en clase, no responde a preguntas, y no habla en general. ¿Para qué? Si lo único que diría tendría que ver con sucesos del día anterior. Todo le recuerda a él. Como si le dejase notas en todas partes, recordatorios de lo que vio en ella y ella en él. Cuando esa tarde llega a casa, a su casa, y su madre no está, y su padre más de lo mismo, suspira. Razones por las cuales casi podría decirse que vive con su hermano, hay muchas, y esas son una de ellas. Si la viesen así como está, ida y preocupada porque su cuerpo pica, arde y no para de sentir cómo su sangre fluye más deprisa. Podría tener fiebre, y ellos estarían más interesados en sus respectivos trabajos y en sus respectivas aventuras, porque vamos, ella se da cuenta, y su hermano lo hizo antes que ella, y por eso se marchó al centro. Esa noche, cuando se va a dormir, el antebrazo le pica demasiado, y llega un momento que nota la sangre en los dedos. Las lágrimas la asaltan, y se levanta para dirigirse al baño. Aún no hay nadie en casa, así que cuando se lava con jabón no evita algún grito pequeño que escapa de entre sus labios. Cuando termina de limpiarse se fija bien, y ve su sangre más oscura de lo normal, ve el color negruzco que sale de las heridas, y por una vez ve las formas. No parecen heridas, pero duelen como tal. Parecen dibujos, tatuajes. Se mira al espejo, y de nuevo unos ojos grises la observan. No son suyos. Son de él.



n/a: Pues eso, segunda parte. Pronto la tercera, porque estoy ya ansiosa por terminarlo y eso, damn it. Besos, monitos

14 jun 2012

i'm sick of dancing with the beast

¡Hola de nuevo! Pues tenía pensado actualizar ahora mismo, pero me han salido unas cosillas y... no podré hasta la noche. Más o menos. Me esperan dos exámenes de recuperación y además, fiestas. ¿CÓMO TE COMES ESO? con helado de coco. Me voy, cosas que hacer, gente que ver, sitios que visitar, mundos que domi- WAT?. Os dejo con The Wombats, con su canción Tokyo (Vampires And Wolves). Besos, anisetes


11 jun 2012

promo de la historia sin nombre.


No es posible vencer a la muerte una vez ha cogido tu mano y te ha llevado con ella, convirtiéndote en recuerdo, en dolor, en nada. No es posible conseguir que los pulmones vuelvan a llenarse de aire y vuelva a latir tu corazón. No cuando tu cuerpo ya está enterrado, unas quince personas mirando hacia el profundo agujero que cavaban los enterradores, con rapidez, con profesionalidad, signos de que hacían eso a menudo. Algunos lloraban, otros simplemente negaban con la cabeza y seguían mirando, tristes, despidiendo a un hombre bueno, a un hombre sabio y lleno de vida. Oh, bueno…

Bajo aquella tierra que ahora apaleaban los dos fuertes hombres para dejar plana, se encontraba el cuerpo inerte y sin vida del Sr. Young, dueño de la librería de la ciudad, dueño de las sonrisas y los agradecimientos de mucha gente de aquel pequeño lugar, pues era un hombre bueno, generoso y siempre dispuesto a ayudar y a enseñar a los demás. Su repentina muerte había salido hasta en los periódicos, pero nadie miraba más allá de la muerte del noble señor, nadie miraba tras el gentío que miraba hacia la fosa, en aquel cementerio alejado de la ciudad, lleno de lápidas y de nichos, de almas perdidas. Nadie miraba a la chica que miraba sin ver, sin que una lágrima cayese por su mejilla y se sentía sola rodeada de aquella gente. Nadie se fijó si quiera en que ella no iba de negro, sino de rojo, una chaqueta roja larga, con botones grandes de color negro, con guantes rojos también.

Sonará triste, pero de toda aquella gente que se reunía para presentar sus respetos y despedirse de un amigo, la única que lo conocía bien era ella, allí plantada, sin poder llorar, sin poder decir una palabra a nadie, sin poder siquiera acercarse y tirar la rosa blanca que tenía en la mano. Se suponía que debía haberla dejado caer sobre el que ahora sería el lecho del anciano, pero la tenía en la mano, firmemente cerrada alrededor del tallo. Cuando todos comenzaron a irse de allí, ella permaneció allí de pie, esperando a que los enterradores se marchasen también.

Se quedó sola, y sintió sus pies caminar hasta la tumba, ahora lista. En la lápida podía leerse un epitafio “Aquí descansa George Samuel Young, querido entre personas y entre libros”. Libros. Aquello los había unido, de no haber sido por el hambre voraz hacia la lectura de la muchacha, jamás hubiera conocido al difunto.

"Hacía mucho frío aquel jueves, era Noviembre, y la chaqueta que su madre le había puesto le llegaba por las rodillas. Era de un rojo intenso, y el gorro y los guantes hacían juego con su piel pálida y su cabello castaño oscuro. Caminaba sola de vuelta a casa tras el colegio. Hacía tan solo unos meses que su familia había llegado a la ciudad. Aún no conocía ningún sitio donde pudiese pasar el rato fuera del instituto, un sitio donde poder hacer algo de provecho, algo entretenido. Pero fue el día que descubrió un camino más corto a casa, el día que encontró la librería de la esquina. “Librería Young”. Se paró allí de pie, mientras coches y peatones iban y venían, y ella miraba el escaparate, en el que podía verse un par de sillones, con una mesa de café redonda, en la que descansaban varios libros. A lo largo de la calle, hasta donde llegaba la tienda, había sillones. Por el otro lado pudo ver estanterías y más estanterías. Podía ver en otro escaparate un mostrador de madera, pero era difícil verlo bien, pues el cristal era más bien oscuro. Con solo once años, su curiosidad y ganas de leer un libro, le hicieron abrir la puerta y conseguir que una campanilla sonase a la vez. Miró hacia arriba, hacia la campanilla, mientras se quitaba los guantes distraídamente y los sujetaba entre sus pequeñas manos, para después dirigir la mirada hacia la acogedora estancia.

Por fuera no se veía bien porque el cristal era algo oscuro, pero el sitio no era pequeño para nada. Solo con entrar, se podían ver muchas estanterías, largos pasillos que seguramente ocuparían la mitad del bajo de los edificios. Todo era madera oscura, cálida y antigua, y todo parecía muy rural y caro. Junto a los escaparates, los de la izquierda de la tienda, había sillones y mesas de café, además de lámparas de pie que supuso, serían para alumbrar al lector. Había cuadros y fotografías en las paredes revestidas de madera, de muchas situaciones diferentes, en su mayoría en blanco y negro. Tras el mostrador había cinco retratos, todos de hombres que sonreían y se parecían mucho. Se notaba la diferencia del tiempo, pues parecía una cronología. El último retrato, el que seguramente se acercaba más al año en el que estaban, enseñaba la fotografía de un hombre con cabello cano y con barba, trajeado y con la sonrisa más amplia de los cinco. De nuevo dirigió su mirada a los otros, y soltó una risita al fijarse en el tercero, que sonreía bajo un enorme mostacho gris y unos ojos pequeños.

- Curioso como un bigote puede hacer reír a una pequeña como tú - dijo una voz a su espalda. Se giró rápidamente, asustada por la repentina aparición del quinto cuadro ante ella en persona, la sonrisa en su cara incluso. Juraría que llevaba el mismo traje. Era un anciano alto, con unos ojos más grandes que el otro individuo, de un color azul intenso, y una nariz bastante ganchuda. Tenía las manos en los bolsillos de su traje gris de tweed y su aspecto era elegante. -. Aunque bueno, es entendible, era un hombre gracioso en sí. - comentó, sonriendo más ampliamente.

- Tiene los ojos pequeños, la sonrisa apenas se ve bajo ese bigote… - musitó algo avergonzada, pero devolvió la sonrisa y echó una mirada de nuevo hacia los cuadros. Seguramente sería su abuelo, o su bisabuelo.

- Sus amigos lo llamaban Mus por su enorme bigote, los demás lo llamaban Wilhelm, y yo le llamaba abuelo.

- Supuse que eran familia. Se parecen mucho. - comentó la pequeña, sin dejar de mirar el cuadro.

- Así es. Los Young siempre hemos sido muy parecidos, si juntamos todos los cuadros de la familia, cualquiera diría que somos hermanos. - suspiró y se acercó a la niña en dos pasos, extendiendo una mano que ella estrechó con curiosidad y firmeza. - Mi nombre es George Young, y soy el actual dueño de la Librería Young. Antes que yo, lo fueron ellos - dijo, señalando los cuadros de nuevo. -. Y antes que ellos, otros, en otro lugar y en otro tiempo. - sonrió y ella le devolvió la sonrisa.

- Novalee, señor, Novalee Prescott - dejó de estrechar su mano y, mirando hacia arriba como estaba -pues él era bastante alto-, se quitó el sombrero. -. Es un placer. Y encontrar una librería en esta ciudad, también. - comentó, a lo que el anciano rió, para después caminar hacia uno de los sillones, indicándole con una mano que le siguiera.

- ¿Puedo ofrecerte un té, señorita? - preguntó, mientras ambos tomaban asiento. A Novalee las piernas le colgaban del enorme sillón, pero se acomodó igualmente, dejando sus guantes y el gorro a un lado, mientras se desabrochaba la chaqueta.

- Nunca he bebido té. - comentó ella, sin negarse.

- ¡Nunca ha bebido té…! - exclamó no demasiado alto el Sr. Young, como si estuviese hablando a alguien invisible.- Pues verás, Novalee Prescott, aquí además de libros ofrecemos un lugar donde leer y un buen té, y no quiero alardear, pero hablamos del mejor de la ciudad - le guiñó un ojo mientras se levantaba y ella rió. -. Oh, se me olvidaba… estás en una librería, querrás algún libro. Eres libre de coger cualquier libro que encuentres aquí, mientras tanto… prepararé ese té. - se metió tras el mostrador mientras ella se levantaba de un salto, y abrió una puerta que se encontraba bajo el centro de la línea de retratos. La dejó abierta, y Novalee pudo ver una cocina bastante rústica y limpia. Aquel sitio le parecía más perfecto por momentos.

- En realidad, la encontré de casualidad, y pensé en curiosear un poco. - dijo, un poco alto mientras caminaba hacia las muchas estanterías que llegaban casi al techo del local, para que el Sr. Young la oyese bien. - Ha sido una suerte, soy nueva en la ciudad y aún no había encontrado ningún sitio en el que poder pasar el rato. - se metió en uno de los pasillos, iluminado gracias a los enormes escaparates. Oyó un sonido parecido a un chorro de agua y una risa profunda.

- ¿Aún no has hecho ningún amigo? - preguntó el anciano desde la cocina.

- No… - contestó Novalee, centrada ahora en la conversación, una mano pequeña apoyada en uno de los estantes de la zona de “Aventuras”. - los niños de mi escuela prefieren pasar el rato jugando a videojuegos y persiguiendo a las niñas, y las niñas prefieren revistas de moda y muñecas. No me entienden. - Novalee era sincera, siempre lo era, y no podía evitar contarle todo aquello al hombre que hacía apenas cinco minutos había conocido. Su mano pasó por los libros, leyendo los títulos para elegir alguno, cuando una mano apareció sobre ella y cogió un libro de un estante más arriba.

- ¿Has leído La isla del Tesoro, de Robert Louis Stevenson? - preguntó el Sr. Young, entregándole el libro con una sonrisa.

- No, pero una vez mi hermano mayor, Rick, lanzó el suyo a una hoguera, porque le suspendieron en un examen sobre ese libro. - frunció el ceño ante el recuerdo y el anciano abrió mucho los ojos, sorprendido.

- Vaya, debía estar muy enfadado - Comentó mientras caminaban hacia los sillones de nuevo. -. Bueno, ahí tienes tu té - señaló la mesa y se sentó, cogiendo el suyo, que también había preparado al parecer -. Espero que te guste. - sonrió y ella se sentó ante él de nuevo, dejando el libro a un lado en la mesa y cogiendo la taza, caliente. Sopló un poco inflando sus sonrojadas mejillas y dio un traguito suave. Quemaba un poco, pero el sabor era dulce y le gustó mucho, además tenía sabor a vainilla. Adoraba la vainilla. Sintió como de repente el frío que había sentido se perdía en aquel líquido.

- Está delicioso, señor, muchas gracias. - dijo, sonriendo al hombre mientras daba otro sorbito. Él le devolvió la sonrisa y asintió una vez, bebiendo un largo trago de su té, acostumbrado ya al calor.

- Te gustará ese libro, lo presiento. - comentó, dejando su té sobre la mesa y cogiendo el libro, dándole un vistazo por encima, girándolo varias veces. - Te gusta la aventura, ¿verdad, pequeña? - preguntó, a lo que ella asintió, sonriendo.

- Siempre he pensado que la vida es una aventura, pero me gustaría vivir una aventura de cuento, una aventura como las que vivían los héroes en la antigüedad. De esas aventuras que ocurren en los libros… - el anciano la miraba sorprendido, con la boca entreabierta y los ojos entrecerrados.

- ¿Cuántos años tienes, Novalee? - preguntó, ladeando un poco el rostro.

- Once, pero en once meses y… cuatro días cumpliré los doce. - contestó, asintiendo una vez.

- Vaya, así  que tu cumpleaños fue hace poco, ¿cierto? - preguntó él, mientras ella asentía de nuevo.

- El lunes, sí. Tengo que esperar un año para cumplir los doce, pero no tengo prisa. - dijo, quitándole importancia con un gesto.

- Pues verás, Nova. ¿Puedo llamarte así? - preguntó, señalándola con la mano, como invitando a una negación.

- Sí, suelen llamarme así. - contestó, ansiosa por saber de qué iba lo que iba a contarle, ya que era sobre su cumpleaños, al parecer.

- Bien, pues verás, Nova, esto es lo que vamos a hacer, vas a llevarte el libro que he escogido para ti, y te lo vas a quedar. ¿Aceptarías eso como un regalo de cumpleaños? - preguntó, con un guiño. Novalee sonrió ampliamente y asintió, contenta.

Lo que quedaba de tarde la pasó en la librería, hablando con George Young sobre los libros que había leído y los que quería leer, hablando sobre el pasado de él, y sobre el de ella. Si no tenía amigos, no iba a perder la cabeza. Tenía once años, tiempo para eso, y tiempo para conocer más al Sr. Young, quien sería el que la introduciría en un mundo lleno de aventuras. De aventuras en los libros que siempre le daba. Al llegar a casa aquel jueves, después de cenar y de cepillarse los dientes, leyó hasta que el libro terminó cayendo de la cama cuando se durmió pasando sus páginas y empapándose de aventuras."

Ocho años después, la rosa caía sobre la tumba mientras las lágrimas brotaban en silencio, por sus mejillas, y recorrían su rostro hasta su cuello, y tras darle un último vistazo a la tumba, caminó lejos de allí, lentamente, queriendo que todo fuese una pesadilla.



N/A: ¡Y ahí está! Os dejo esto por aquí y desaparezco. Mañana más, culos. Un beso, ratoncillos

Is anybody out there...?

Mis queridos, preciados, bien amados [...] culos... siento haber tardado tanto. Sinceramente, he hecho muchas cosas y he tenido tantos sitios a los que ir, que mi blog había quedado atrás, en ese hueco del pc que hacía mil que no abría. Pues bien, menos mal que llega el verano, porque así tengo más tiempo, y puedo escribir más. ¿Recordáis aquel proyecto que dije comenzaría? ¿No? DA IGUAL, porque el caso es que lo comencé, y que después de varios intentos de principio, lo borré. Es broma, ES BROMA. Simplemente lo dejé a un lado y comencé de nuevo. Misma idea, principio diferente. Tengo escrito parte del primer capítulo del que me gustaría llegase a ser algún día un libro. Tengo fe en esta historia, sí, pero ahora lo que necesito son ganas y tiempo. He cambiado el diseño, eso siempre me anima más, a subir entradas, a interactuar, etc. Espero que merezca la pena mi regreso.

En mi ausencia, he descubierto cosas nuevas, como Juego De Tronos (que ya veía pero no leía, y no me gustaba demasiado -ahora lo amo demasié), Los Vengadores (la vi y casi muero de amor), y otras cosas como salir más por la noche. Sí, mi lado vampírico nocturno pide sangre fiesta, ¿vale? Me gusta bailar y salir por ahí a hacer el idiota con mis amigos. El caso es que desde que me di cuenta que repetía y que tenía un verano por delante para despedirme de mis amigos (los que se van a la universidad) y para aprovechar el tiempo libre (que no tendré durante el curso, pues habrá que sacárselo, digo yo), he salido más, he hecho más el ganso, más cosas interesantes, y me siento bien conmigo misma. Y creo que eso es bueno, porque, ¿quién no quiere sentirse bien? Yo sí. He dicho.

Así que dejando de lado el ponerme toa' tienna', gracias a los que no habéis dejado de seguir mi blog, por muy patata que sea. Y además de subir pronto el principio de la historia de la que os he hablado, os subiré la continuación de Nuevo, aquel relato que comencé y que a alguien le hizo tilín *guiño-guiño*. Espero que os guste, porque ya lo tengo todo pensado, y si a alguien le decepciona la segunda parte (habrá 3), que se queje y le hago una aparte o no. Me alegra estar de vuelta, ¡me siento inspirada! Un beso, hipopótamos/itos 


21 mar 2012

FEEEEEELIZ CUMPLEAÑOS NANA!



Te cantaría cumpleaños feliz pero no tengo cámara disponible ni micrófono ni ná, soy más pobre que los Weasley, qué bonito. Es broma, ES BROMA. El caso es que es tu cumple y, te merecías una entrada medianamente decente por mi parte, porque tendrás un montón de felicitaciones en fb y demás, pero no creo que nadie te pase el primer capítulo de su novela en cuanto lo tenga terminado, cofcof...

¡FELICIDADES FUTURA ESPOSA! *OO*

Espero que pases un día genial, y que esto te haga darte cuenta de que nos acordamos de ti. Iba a publicarlo a las doce justas, pero no ha podido ser. Gracias por ser tan simpática y tan ASDFGHJKL, por entender las locuras que muchas veces suelto, por entender también lo que pienso sobre la sexualidad de muchos de los cantantes que nos gustan, por aconsejarme en muchas cosas, por ayudarme a desenvolupar unos roles geniales, y gracias por enseñarme el M!C, porque puedo jurar que no he leído mejor fic de HP en TODA MI PUTA VIDA, y es gracias a ti ♥ Vas a pensar que estoy loca, porque te conozco, pero no como me gustaría y tal, pero te mereces una felicitación así como merlín manda, y joder, no sé qué más poner que haga notar lo contenta que estoy porque sea tu cumpleaños. Muchos besos, escritora maravillosa, curiosa persona y chica para nada mainstream ~ *3* 

 

TODOS A ACOSAR A NANA, YA òwó

18 mar 2012

Nuevo.

El verano ha terminado de apagarse, dejando paso a un otoño suave pero frío, que atraviesa tejidos de todo tipo: ropa, piel, músculos... huesos. El otoño se ha apoderado de la ciudad, y poco a poco, las hojas caen, chocan en una sinfonía fría y crujiente contra el suelo. La gente las pisa, riendo, sin querer, por pisar algo... cualquier cosa. La gente camina más rápido que en verano, camina queriendo escapar de la brisa fría que avecina un invierno aún más frío, recordando el calor del verano que conseguía que pasasen su tiempo en las calles, bebiéndose el sol.

Una chica, con el cabello largo, oscuro, como el chocolate más espeso y más oscuro, camina más lento que los demás. No le importa el frío, no le importa que el verano no esté aquí. Lleva más de diez minutos caminando, pero no está cansada. Sus facciones son suaves, femeninas y algo aniñadas. Ojos negros, labios rojos, nariz pequeña. No pretende destacar, pero lo hace. Pasando entre la multitud de las calles, más lento que los demás, más bonita que los demás. No oye nada, lleva un aparato en la mano izquierda, y las cuerdas de metal revestidas de goma, que llegan hasta sus oídos desde ese aparato, indica que está perdida en la música.

Morrissey, Suedehead. Le asalta el ritmo, pero no hace falta que baile, porque ya lo está haciendo, con cada paso, con cada movimiento de su melena lisa y larga contra el viento. Gira una esquina, y ve que el autobús está llegando a la parada. Sus pantalones no son los indicados para correr, tejanos, ajustados y enfundados por debajo de sus botas negras, desabrochadas en las primeras hebillas. Pero no lo necesita, tiene tiempo. Coge el autobús cada dos días para ir a ver a su hermano al centro, y nunca lo ha perdido, desde hace un año. 

Cuando entra, subiendo más rápido los escalones, no saluda al conductor. No se conocen, no quieren conocerse, y no deben, su destino no está reservado para él. Pero cuando ha pagado el dinero correspondiente al conductor, y gira, mirando hacia el pasillo, no ve el sitio que ve siempre, en el que se sienta siempre. Ve a alguien, sentado dos asientos delante, de lado, ocupando los dos asientos, apoyado en la ventana. Su boca se entreabre, la garganta se seca... y siente que el mundo para durante un segundo. Le está mirando, y él le está mirando a ella, a los ojos. Al alma.

I'm so sorry

Tiene la cara llena de tatuajes, toda la cara. Cada dibujo, cada espiral, cada corte, cada línea perfecta en tinta negra, es un golpe en el pecho, un robo a sus pulmones. Cuando se cierran las puertas del autobús y oye el conocido sonido silbante y chocante, pega un respingo. Parpadea, respira. Camina de nuevo, esta vez más rápido. Al pasar al lado de él, que sigue mirándole, se fija en su ropa, toda negra, la cazadora abrochada hasta la clavícula, dejando ver que debajo solo lleva una camiseta negra, y debajo de ésta, más tatuajes negros. No es difícil adivinar que sonríe, las líneas de la cara cambian cuando descubre que ella le mira. Le mira, y no solo a su cuerpo, a sus ojos. Le mira, como otros no se atreven a hacer. 

Se ruboriza y se apresura a sentarse en el último asiento, apoyada contra el respaldo y la cabeza contra la ventana, mirando al techo. No sabe si mirar de nuevo, se le acelera la respiración y no sabe qué le pasa. Deja que la venza la curiosidad, y le mira. Descubre que sus ojos grises están bebiendo de los suyos negros, e inspira agitadamente. Él sonríe, y sigue en la misma posición, solo que ahora la mira. Nunca ha pasado algo así. Nada pasa en esa ciudad, todo es aburrido, no hay cosas nuevas. Y sin embargo, el viaje en autobús, monótono, que hace cada dos días, ha cambiado. Nunca hay nadie a esas horas, a las ocho de la tarde, en el último viaje. No se da cuenta de que ha llegado a su destino hasta que el conductor le llama la atención. Nunca le habían llamado la atención, jamás. Todo parecía haber cambiado de repente. Se levanta, sobresaltada, y camina hacia la parte central del autobús, mientras le mira. Él sonríe y no deja de mirarla. No ha dejado de mirarla. Trastabilla un poco y consigue pasar por las puertas ya abiertas, que se cierran con el mismo sonido silbante y pesado, acompañado por el aleteo rápido y rítmico de su corazón, desbocado y excitado por las nuevas sensaciones. Nuevas.




N/A: No tienen nombre, no tienen mucha historia tampoco. Lo escribí hace un tiempo porque me vino la inspiración, escribí hasta que se sienta en el autobús, ahora he terminado esa parte. Aunque he dicho que lo9 que haré serán relatos, probablemente cortos, de una entrada, este tendrá más, porque me gusta la idea y tiene jugo para un relato algo más largo. Un poco, no será una historia, yo aviso ya. Lo que vendrá después está todo pensado. Lo que vendrá después, el final y eso. Pero haré otras entradas mientras, así no lo hago muy seguido, ¿no? Espero que os haya gustado, y se aceptan (eh. Eh. ¡EH!) comentarios, quejas, sugerencias, etc. Un beso, danoninos


Morrissey - Suedehead 
Para quien quiera escuchar lo que ella escuchaba, y eso.